EL SENTIDO DE LA POLÍTICA

Hablar de política, en general, siempre resulta ser una cuestión llena de prejuicios y, más aún, ante la situación social que estamos viviendo hoy en México en la que para muchos la política no tiene sentido alguno o ya es una cosa perdida a causa de toda la corrupción que la rodea. Sin embargo, considero que la política sí tiene sentido y éste puede expresarse en tanto posibilidad de crear un cambio social mediante la afirmación del individuo tanto como ciudadano, así como sujeto libre y racional, pues de esta manera se involucra a los individuos que conforman la esfera social a participar en todo lo que les compete como miembros de una sociedad y, al mismo tiempo, a poder hacer evidentes sus opiniones e inconformidades mediante la crítica y la libre expresión, fomentando así un mejoramiento de nuestra sociedad.

Ahora bien, es preciso aclarar qué se entiende por política, ya que muchas veces se cree que la política es a lo que se dedica cierto grupo de personas, a saber, los actores políticos como diputados, senadores y presidentes en lo referente al gobierno de un Estado. En efecto, la política se encarga de dichos asuntos pero no se agota en la autoridad de los gobernantes sino que va más allá de ello, de modo que también involucra a los demás individuos que conforman una sociedad, pero no sólo cuando se requiere de ellos para que mediante su voto elijan a los próximos gobernantes sino que se trata de una manera de vivir todos en comunidad, organizándonos del mejor modo posible para el beneficio y cuidado de todo el conjunto así como el de cada individuo.

Así pues, la política es primordial para la vida tanto individual como social, en otros términos, tanto en el espacio de lo público como en el de lo privado. En vista de que como diría Aristóteles, “el hombre es por naturaleza un ser social”[1], depende de los otros en y para su existencia, de manera que a través de la política hacemos posible la convivencia con los otros en un ambiente de paz y tranquilidad. Es por ello que la política debe concernir a todo individuo miembro del conjunto social.

Como decimos, el hombre necesita de los otros para sobrevivir, justamente por ello es un animal social, pues es la convivencia en sociedad, la cual posibilita el existir humano, dado que requerimos de los demás para que podamos desplegar nuestras potencialidades humanas y también para tener un reconocimiento externo a uno mismo que dé cuenta de nuestra existencia. Asimismo, es importante el otro para poder descubrir nuevas perspectivas, diferentes modos de ser, y así desarrollarnos más como seres humanos, encaminando nuestra vida pública y privada hacia un mejor espacio social donde sea posible desarrollarnos a cabalidad. En palabras de Stuart Mill: “Siempre son necesarias personas no sólo para descubrir nuevas verdades y señalar el momento en que lo que venía siendo considerado como verdadero deja de serlo, sino también para iniciar nuevas prácticas, dando ejemplo de una conducta más esclarecida, de un mejor gusto y sentido en la vida.[2]

Sin embargo, a pesar de esta necesidad, también hay un cierto rechazo a vivir en conjunto por la calidad de insociables que, a su vez, poseemos debido a que somos seres egoístas que buscamos disponer y hacer lo que nos plazca a nuestro antojo. Esto es a lo que Kant llama la insociable sociabilidad, es decir, la “inclinación a formar sociedad que, sin embargo, va unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla.”[3] En buena medida, me parece que en el momento en el que nos encontramos es fácil percatarnos de ello porque ante los hechos que están acaeciendo, preferimos encerrarnos en nuestra vida privada e cuidar únicamente de nuestros intereses particulares mientras que la esfera pública se está cayendo a pedazos, pero igualmente seguimos habitando y sirviéndonos de ella, por lo que es necesario contribuir en conjunto por el beneficio de todos.

Dado nuestro egoísmo así como la necesidad del otro es preciso establecer un pacto de ordenamiento político que su base por excelencia radique en la racionalidad, la cual posibilita el aprendizaje para la creación de condiciones que nos ayuden a mediar nuestros conflictos de una forma racional y civilizada, limitando nuestra animalidad y proporcionándonos libertad. En ese sentido, se estaría racionalizando el ejercicio del poder para evitar daños en contra de la misma sociedad, y de igual forma, para brindarle protección y justicia a sus miembros.

Así que cabría preguntarse, en términos kantianos, ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de este orden que nos hemos dado? A lo que tanto Kant como Mill responderían que este orden político-social en el que vivimos no se encuentra fundado en algún contrato firmado por todos los miembros de la sociedad en algún momento de la historia, sino, más bien, se trata de actuar como si nosotros hubiéramos constituido dicho orden y en la misma medida en que nos protege y nos sanciona, poder adherirnos a la racionalidad de las normas del mismo al reconocernos como seres autónomos. “Aunque la sociedad no esté fundada sobre un contrato, y aunque nada bueno se consiga inventando un contrato a fin de deducir obligaciones sociales de él, todo el que recibe la protección de la sociedad debe una compensación por este beneficio; y el hecho de vivir en sociedad hace indispensable que cada uno se obligue a observar una cierta línea de conducta para con los demás.[4]

En esa medida tendríamos que ser capaces de reconocernos como colegisladores y corresponsables de este ordenamiento, pues aceptamos la coautoría de las normas a las que estamos sujetos al formar parte de dicha sociedad y nos valemos de ellas para gozar de derechos que nos protejan a nosotros mismos y a nuestro patrimonio, pero en la medida en que nos beneficia también es preciso que nos hagamos cargo de las responsabilidades que nos competen como ciudadanos para seguir manteniendo un orden legal que nos proteja a todos. Ahí no sólo se trata de una cuestión política sino también moral, dado que nos estaríamos afirmando como seres humanos plenos capaces de autogobernarnos, y al mismo tiempo en que cooperamos y cumplimos con nuestras responsabilidades dentro de la sociedad, obramos tanto para nuestro propio bien como para el bien de todos los demás. En ese sentido, cabría hacer conciencia de que tanto hemos y estamos contribuyendo al bien común. A veces suele ser muy fácil reclamar y mostrarnos inconformes porque no se hacen valer nuestros derechos, lo cual es correcto pero no se trata únicamente de exigir, sino también de colaborar, lo cual puede hacerse manifiesto en pequeñas acciones como el pagar impuestos o evitar propiciar la corrupción.

Así pues, el hecho de adherirnos a ese orden con bases racionales implica que somos capaces de asumir autónomamente las leyes que lo conforman y, a su vez, que estamos comprometidos en conservar en perfecta salud al Estado para así vivir en un espacio óptimo. Esto trae consigo que nos afirmemos como sujetos racionales y como ciudadanos en tanto que gozamos de derechos, cumplimos a cabalidad las normas y contribuimos al buen funcionamiento de las instituciones.

Podría parecer que el apego a las leyes brinda más prioridades a los otros que al individuo mismo, no obstante, esto no es así pues cada uno se afirma en su condición individual al seguir las normas. Así que, nada de lo colectivo nos es ajeno, y el hecho de hacernos participes en el ámbito público en ningún momento viene a coartar nuestros derechos individuales. Por lo que no es válido que uno se encierre en su esfera privada, siendo que también es miembro de una sociedad en la que lo que uno hace al mismo tiempo repercute en los demás. De ahí que sea preciso fomentar una educación participativa que encause a cada individuo a hacerse actor en el ámbito público, de modo que nosotros seamos quienes tomemos las decisiones y dejemos de estar subordinados a lo que la autoridad política nos imponga, dicho de otro modo, liberarnos de la tutela del gobierno paternalista.

Ahora bien, cuando este ordenamiento social ya no responde a las exigencias principales de sus miembros como son la seguridad y la justicia, puesto que la autoridad se ha corrompido y únicamente se ocupa de trabajar por sus propios intereses, es preciso exigir por que se hagan validad dichas demandas, las cuales en primera instancia son los fines principales por los cuales vivimos bajo un orden legal. Para ello se requiere de la participación de ambas partes, por un lado, de las instituciones políticas, las cuales tendrían que responder a los reclamos de la sociedad para asegurarle una mejor calidad de vida. Por otro lado, es necesaria la participación de nosotros, al responsabilizarnos como individuos porque la mayoría de las veces nos conformamos en aceptar lo dado por comodidad y cobardía mientras no nos veamos del todo perjudicados con lo que sucede afuera de nuestro entorno privado. En palabras de Kant: “La pereza y la cobardía son causa de que una tan grande parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo; también lo son de que se haga tan fácil para otros erigirse en tutores.”[5]

En efecto, solemos estar más cómodos en nuestro hogar conformándonos con el salario deplorable, la educación de mala calidad, así como viviendo aterrados por la inseguridad de la ciudad, en lugar de hacernos escuchar y luchar por lo que en verdad queremos para nosotros y para nuestra comunidad. De ahí que en buena medida la causa de que no vivamos en las mejores condiciones posibles o que ni por lo menos haya seguridad y justicia en esta sociedad, se debe a que la participación de la mayoría de sus miembros es escasa, lo cual propicia que el espacio de lo público vaya quedando en manos de la autoridad política para manejarlo a la conveniencia de sus intereses. En ese sentido, la culpa del desastre político y social no recae solamente en los actores políticos y las instituciones sino también en nosotros al no ser capaces afirmarnos como ciudadanos.

Por consiguiente, el espacio de lo público habría que construirlo constantemente, pues se trata de un espacio débil que fácilmente puede ser subsumido por el gobierno del Estado y restringido para los demás miembros de la sociedad, es por ello que se requiere de nuestro reconocimiento como ciudadanos capaces de hacer valer sus derechos, así como que nos afirmemos como sujetos de derechos que tienen la posibilidad de hacer válidas sus demandas.

No obstante, la pregunta que ahora surge es ¿cómo podemos terminar con la opresión política en la que estamos viviendo? Muchos podrían pensar que a través de una revolución esto será posible pero, siguiendo con las ideas de Kant, una revolución sólo haría que se cambien unos prejuicios por otros para seguir dominando y la razón no lograría cobrar dominio. Sin embargo, con una reforma la sociedad iría avanzando y adquiriendo un mayor desarrollo racional; para que esto suceda se requiere modificar las leyes y, por ende, se necesita la libertad en el uso público de la razón.

El uso público de la razón es la libertad de expresión que implica un cuestionamiento por parte de los ciudadanos sobre las pautas o normas vigentes en una sociedad, en ese sentido, contribuye a construir el espacio de lo público, dado que se posibilita el hacer visible lo que ocurre a nuestro alrededor, así como poner en signos de interrogación el poder de los gobernantes y las instituciones, a través de argumentos, aunque no se cuente con la aceptación de los otros pero de algún modo sirven para incorporar diversos puntos de vista y se logren formar acuerdos o consensos racionales para el beneficio de todos. Por lo que “el uso público de la razón le debe estar permitido a todo el mundo y esto es lo único que puede traer ilustración a los hombres.”[6]

Regresando un poco a la pasividad y a la cobardía de la que se hablaba en las líneas anteriores, éstas no se conforman con mermar la acción de los individuos y volverlos dependientes de otros, sino que van más allá y también disminuyen el ejercicio del pensamiento crítico, pues muchas veces creemos todo lo que escuchamos, vemos y/o leemos, o tan sólo preferimos aceptarlo por miedo a reconocer lo que en verdad está pasando. Así que, ¿no será que nos pesa pensar por nosotros mismos y cuestionar sobre la realidad en que vivimos? Creo que deberíamos comenzar a liberar del esclavismo del conformismo y la pasividad a nuestro pensamiento para hacerlo más crítico, de modo que uno se encuentre en un constante cuestionar y no permita estancarse en un presunto saber como el de la mayoría o el que nos intentan imponer las esferas del poder.

Así pues, en el hacer uso público de la razón también radica la defensa del individuo ante el poder político y el poder de la sociedad, es decir, la tiranía de la opinión de la mayoría, la cual tiene una coacción más fuerte, puesto que impone sus propias ideas y obliga a moldearse conforme a ellas, de lo cual resulta a veces más difícil escapar para afirmar la propia individualidad pues nos encontramos en medio de una sociedad que en su gran mayoría se encuentra permeada por conductas o ideologías de este tipo, pero a fin de cuentas necesitamos de ella dado que vivimos en conjunto. “La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos, en vez de buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que si bien, de ordinario, no tienen a su servicio penas tan graves, deja menos medios de escapar a ella, pues penetra muchos más en los detalles de la vida y llega a encadenar el alma.”[7]

La libertad de expresión, así como de discusión y de crítica se funda en la utilidad para la sociedad y para el individuo, pues la diversidad de opiniones puede resultar útil para el bienestar del Estado, más que por su verdad, por la importancia social que tiene el expresar nuestras ideas. De este hecho ya daba cuenta Aristóteles al hablar de la sociabilidad natural del hombre, pues éste a diferencia de otros animales dispone del lenguaje, un instrumento de comunicación, el cual necesariamente requiere del otro para poder ejercitarse. “La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra.”[8]

Al hacer uso de la palabra se abre la posibilidad de limitar el poder, ya que con nuestras opiniones se pueden formar acuerdos que pongan límites a las autoridades, y de esta manera evitar el abuso; también, se puede poner en evidencia lo que realiza el poder para hacer manifiesta que estamos al tanto de las acciones de nuestros representantes y que nos pronunciamos inconformes con algunos de dichos actos; asimismo, es posible racionalizar el poder, es decir, someter a normas racionales el andamiaje institucional.

La libertad de expresión permite buscar la verdad mediante la formación de opiniones, al realizar este ejercicio podemos corregir y fortalecer nuestras opiniones comparándolas con los demás, a la vez, que ganamos mejores razones para sostener eso que creemos como verdadero. Así pues, la verdad no es algo inamovible, sino que se va ajustando a las demandas y a los acontecimientos de cada sociedad, de ahí que la verdad de cada una de las opiniones expresadas radique en su utilidad para conciliar acuerdos que respondan a las exigencias de todos.

La libertad de expresar nuestras opiniones puede darse en distintos escenarios, a saber, en donde prevalecen las opiniones verdaderas o que, más bien, coinciden con lo comúnmente aceptado por todos; en donde las opiniones manifestadas ejercen contraste con las ya aceptadas, de modo que son consideradas como falsas, es aquí donde es necesario esforzarse por defender la opinión que sostenga cada uno y a través de la dialéctica llegar a algo aceptado por ambas partes; también puede ocurrir que la opinión que se exprese posea parte de verdad y de falsedad. Lo que cabría resaltar de esto es que es importante que el individuo defienda sus creencias, ya sea que estas concuerden con las creencias establecidas por la sociedad para poder afirmarlas de manera racional y no sólo por imposición, o ya sea que sus creencias difieran de las del resto, en este caso tendría que posicionarse ante la tiranía de la mayoría para que se hagan válidos sus derechos y libertades individuales.

De ahí que como lo menciona Mill, “para el bienestar intelectual de la humanidad (del que depende todo otro bienestar), es necesaria la libertad de opinión, y la libertad de expresar toda opinión.”[9] En efecto, a través del hacer escuchar nuestra voz podemos reclamar por nuestros derechos, en caso de que estos lleguen a ser violados y defendernos de los abusos tanto de las autoridades políticas como de la misma sociedad, pues en las mismas premisas que conforman las leyes que hemos acordado al vivir en sociedad se encuentra el sustento de nuestros reclamos.

Ahora bien, lo que le daría sustentación al orden público, que sería posible construirlo continuamente a través de la expresión y la crítica, sería establecer límites sobre la conducta de los individuos, los cuales tanto en Kant como en Mill son patentes. En primer lugar, respetar los derechos del otro para que se hagan válidos los nuestros y en esa medida se logre afirmar la coexistencia. En segundo lugar, que cada individuo contribuya con lo necesario para defender y proteger a la sociedad de cualquier daño, así pues, en la misma medida en que este ordenamiento social nos otorga derechos, nosotros somos capaces de responder en la misma medida en que cumplimos con las responsabilidades que nos demanda para su perfecto estado. Asimismo, considero que es necesario poner un énfasis en la contribución de los individuos para con la sociedad, puesto que de esta forma se evita el deterioro político y moral de nuestra sociedad, dado que día con día a través de la participación social se trabaja por una mejor calidad de vida tanto en sociedad como individualmente y los individuos se afirman como seres autónomos responsables de sus actos.

A fin de cuentas con todo esto lo que se busca es que el individuo a través de su individualidad, la cual no excluye a los otros, logre desarrollar todo su potencial como ser humano y esto sólo es posible en el espacio de lo público con la convivencia con los otros, pues es en donde y con quienes se hace posible que “el hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o perfección que la que él mismo, libre de instinto, se procure por la propia razón.”[10] Además de que somos seres perfectibles en constante movimiento, un movimiento que posibilita el autocrecimiento de nosotros mismos. “La naturaleza humana no es una máquina que se construye según un modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo que le sea prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados, según las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una cosa viva.”[11] Para ello se requiere de autonomía y autodominio para poder hacernos a nosotros mismos, así como de las instituciones que nos permitan realizarnos a plenitud, es por eso que al igual que los individuos estas deben estar sujetas a la racionalidad.

Tal vez todo esto podría parecer un mero ideal de cómo deberíamos vivir en sociedad y que por su propio carácter lo concibamos como inalcanzable, pero como dice Kant “no sólo deberíamos considerarlo como posible, sino que es menester también lo pensemos en su efecto propulsor.”[12] En otras palabras, deberíamos tomar el ideal como un marco de referencia para medir los grados de legalidad e ilegalidad del orden en que vivimos y, de este modo, poder cuestionar las condiciones sociales y políticas en que nos encontramos, tomando como base el ideal para sustentar nuestras críticas e inconformidades, de manera que se puedan hacer reformas a las leyes o tan sólo sean posibles cambios en el poder para darle un mejor cause a los hechos que no se apeguen a las normas establecidas. Así tendríamos la posibilidad de denunciar los abusos del poder, tanto el político como el social, apelando al referente de lo que debería ser o debería hacerse.

Así pues, es posible crear cambios para mediar conflictos racionalmente ideando nuevas formas de organización política que den cause a nuestras demandas. Esto, al comprometernos como ciudadanos uniendo fuerzas con los otros para exigir mejores condiciones de vida mediante nuestra participación, en primera instancia, haciendo uso de nuestra libertad de expresión, y a pesar de que los resultados no lleguen a ser inmediatos serán de gran ayuda para lo que viene.

En suma, es posible encontrarle un sentido a la política si no la vemos como un ente aislado que le pertenece a unos cuantos; en la medida en que nos preguntemos por la política colocándonos dentro de la misma, será posible hallarle alguna razón de ser que directamente caerá sobre nosotros mismos pues tanto nos beneficia al otorgarnos derechos  libertades, como nos demanda de nuestra participación activa para velar por la salud de nuestro Estado. Ya lo decía Heráclito: “Es menester que el pueblo luche por la ley así como por los muros de su ciudad.”[13]

[1] Aristóteles, Política. Trad., introd. y notas de Manuela García Valdés. Madrid, Gredos, 1982. I, 2, 1253a, 9

[2] John Stuart Mill, Sobre la libertadMéxico, Alianza, 1989, p. 138

[3] Immanuel Kant, Filosofía de la historia.2a. ed. Trad. y pról. de Eugenio Ímaz. México, Fondo de Cultura Económica, 1979, p. 46

[4] J. S. Mill, op. cit., p. 152

[5] I. Kant, op. cit., p. 25

[6] Ibid., p. 28

[7] J. S. Mill, op. cit., pp. 61 – 62

[8] Aristóteles, Política, I, 2, 1253a, 10

[9] J. S. Mill, op. cit., p. 122

[10] I. Kant, op. cit., p. 44

[11] J. S. Mill, op. cit., p. 131

[12] I. Kant, op. cit., p. 61

[13] Heráclito, B44

Un comentario

  1. Triste que en México, la política sea un ejercicio incomprendido. Nuestra construcción cultural nos enseña a hablar de «Ellos» -los políticos- como los otros, como un ente extraño y ajeno a la sociedad. Triste es ver que el Estado Mexicano parece vivir en una clase de imaginario reinado y que el grueso de la población debe de ser feliz como servil siervo. Pero más triste es que, todas estas ideas teorizadas que recuperaste, y que fueron postuladas hace bastante tiempo ya, son inútiles en nuestra realidad, en nuestro aquí, y en nuestro ahora.

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